domingo, 28 de diciembre de 2014

Cenizas.

Creía que estaba condenada a morir de tristeza, creía que la felicidad no estaba a su alcance, que no estaba hecha para ella. O tal vez porque no le gustaba estarlo, odiaba la sensación de saber que tarde o temprano podría recaer.
Murió ahogada por todas esas palabras que nunca dijo. Murió por todas esas veces que calló. Murió de tristeza, por acumulación de decepciones y derrotas.
Se fue muriendo por dentro y poco a poco, cómo una vela su fuego se fue apagando, hasta que solamente quedaron cenizas, cenizas que al contrario del ave Fénix no volvieron a renacer. Porque es mejor arder que apagarse lentamente.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Miedo.

¿Qué pasa cuando tienes miedo a caer, a fallar? ¿Qué pasa cuando tienes miedo incluso a intentarlo? Me come el miedo, me atrapa y me oprime. No me deja ser yo misma. Es una sombra que siempre me persigue, que siempre está ahí. 
Miedo a quedarme sola, que nadie me escuche. A tropezar y no volver a levantarme. Me da miedo no volver a ser cómo antes, a quedarme estancada en el pasado y no avanzar. A retroceder. A olvidar.
Y necesito a alguien que lo haga desaparecer, a alguien que me libere de él. Alguien que no me haga sentir una extraña. Alguien. 

viernes, 19 de diciembre de 2014

Silencio.

Me gustan ese tipo de personas con las que puedes estar en silencio, sin tensión, sin ese miedo a qué pensará, solamente disfrutando de su compañía. Sin necesidad de palabras. Porque no hace falta hablar para entenderse, porque una mirada o un gesto significan más que las palabras.  Esos cómodos y reconfortantes silencios.
Echo de menos esos momentos, esa confianza. Y me encantaría volver a revivirlos pero tengo miedo, tengo miedo a olvidar esos recuerdos, tu cara, tus gestos, nuestros momentos. Porque los recuerdos, recuerdos son y al fin y al cabo se acaban olvidando.

Pero me doy de bruces contra la realidad. En ese momento sé que ya no va a volver, que nadie estará ahí para mí, nadie iba a salvarme. Nadie.
Nacemos solos y morimos solos, incluso los recuerdos se esfuman. Solamente nosotros permaneceremos, así que más nos vale llevarnos bien con nosotros mismos.

martes, 16 de diciembre de 2014

El reflejo del alma.

Alguien me dijo una vez que nunca me fiara de una sonrisa, sino de la mirada. Y estaba en lo cierto, los ojos son el reflejo del alma, capaces de expresar felicidad, tristeza, miedo e incluso rabia. 
Me gustan esas personas a las que le sonríen los ojos porque irradian felicidad y simpatía, se nota en la expresión de sus ojos, en el brillo de su mirada. Creo que no todo el mundo puede hacerlo, tan solo si eres realmente feliz. Y la felicidad no está al alcance de todos, porque hay personas que no han nacido para ser felices.